viernes, 7 de marzo de 2014

Mujer, con m de memorable.

Añora la belleza de caminar por la vida sin temor, sin pretextos que le hagan no soñar y rendirse ante la fuerza que la sociedad ejerce sobre ella. Quiere desatar sus cadenas y liberarse de la tensión y el sometimiento de la debilidad del no poder. Pero, amiga mía, ya te soltaste hace tiempo, ya buscaste todo lo que te pedías y lo encontraste, y sobre todo, ganaste. Ganaste, mujer.

No le pedía ayuda a nadie que no estuviese dispuesto a luchar, a pelear por sus propias convicciones. Cuando se daba el caso, lo hacía como si fuese tan fácil como chasquear los dedos, que alguien así surgiese de la multitud. Sin embargo, todo era una excusa innecesaria para encontrar tan solo un motivo más que le hiciese ir a la batalla sin miedo, sin saber que, únicamente intentándolo, ya habría ganado, ya sería libre.
Porque a todos nos asusta asumir riesgos, pero pocos son los que dan el paso. Y tú, mujer, tú lo has hecho.

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