miércoles, 22 de julio de 2015

A los que deciden por nosotros y a los que lo intentan

Tengo una sensación extraña. Un sensación que casi no me deja dormir. Es raro, pero creo que a veces la gente actúa demasiado sin pensar. Está bien guiarse por el corazón, por las ganas de cumplir tus sueños, de llegar a tus metas, pero...¿el fin justifica los medios? 

Es cierto eso de que si no arriesgas, no ganas, pero, ¿a qué precio? Últimamente, en este ambiente tan caldeado prácticamente por todos lados, no paro de percibir personas que cada vez actúan más sin pensar en las consecuencias de sus actos. Personas que actúan sin tener en cuenta la repercusión que puede producir el realizar una determinada acción o tomar una decisión concreta. 


Hay personas que llaman a eso egoísmo, pero no me parece una cuestión que merezca tal vocablo. No creo que el egoísmo sea el justificante de tal comportamiento. ¿Por qué las personas son cada vez menos consecuentes con sus actos? Puede que sea la educación. Sí, la educación. 

Como base fundamental de toda persona que creo que es, la educación nos forja la personalidad desde el primer momento. Las enseñanzas que vamos adquiriendo a lo largo de nuestras vidas nos ayudan a superar día tras día las dificultades con las que no vamos encontrando en el camino. No obstante, puede que esta reciente oleada (o que al menos es reciente para mí) de irresponsabilidad en la toma de decisiones, venga derivada de una educación que no llamaremos incorrecta, pero sí, inadecuada. 

Actualmente, hay ciertos temas a la orden del día que nos absorben. Los medios de comunicación se encargan por sí solos de presentarnos una realidad protagonizada por ciertas personas o colectivos dispuestos a llevar a cabo unos planes que han pensado, en la mayoría de casos, única y exclusivamente para ellos. Estas mismas personas y colectivos nos venden que lo hacen por el bien de la colectividad, por el tan preciado Bien Común. Pero el Bien Común, ¿de quién? ¿Acaso ese Bien Común engloba a todos?

Es muy fácil tomar decisiones, más de lo que mucha gente piensa. Claro está, la facilidad viene dada por el número de obstáculos que tienes que salvar antes de tomar la decisión. Si el único obstáculo que te encuentras eres tú mismo o gente que piensa de la misma forma que tú, tomar la decisión será fácil. Lo realmente difícil, las decisiones realmente difíciles y las que merecen total respeto y admiración por parte de cualquier persona (aunque la decisión tomada no sea favorable) son aquellas que están tomadas desde una perspectiva global; aquellas que se encuentran con obstáculos contrarios a tu propio pensamiento. Si se logra tomar una decisión teniendo en consideración todos los factores y elementos que se verán afectados, se habrá tomado una gran decisión.

El problema que tenemos en la actualidad, bajo mi punto de vista, es la poca conciencia de colectividad; el individualismo (que no egoísmo) es lo que puede estar cambiando la sociedad. Cada vez tenemos más ganas de reconocernos como individuos únicos con un pensamiento libre y no sujeto a nada, capaces de decidir por nosotros mismos sin la necesidad de contar con nadie. Lo que realmente no pensamos es que la libertad a la que queremos aspirar no es un don que se adquiere al nacer, sino que es fruto de un comportamiento responsable con nosotros mismos y con nuestro entorno. La educación juega un papel más importante de lo que la gente piensa en nuestras vidas. Educar en la responsabilidad y en el reconocimiento de errores, así como en la tolerancia (la cual nos permite escuchar todas la opiniones sin cuestionarlas de forma crítica) es un elemento fundamental para evitar el problema actual: el individualismo falso, aquel que Friedrich Hayek tuvo la molestia de explicarnos en varias de sus obras.  

Sin embargo, hay una cosa clara y que debemos sacar como conclusión: no hay libertad, sin responsabilidad.

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